¿Y ahora qué sigue?
La frase que suele aparecer minutos, horas o días después de que se logra algo para lo que se dedicó tiempo, esfuerzo, dinero. A veces parece ser parte fundamental de la condición humana de querer pasar la página ante una culminación de un reto, una meta, un «paso» de la vida y buscar algo más.
Para aterrizar la idea me basaré en ejemplos comunes:
- Terminé unos estudios profesionales, entonces ahora siguen diplomados, especializaciones, maestría, doctorado.
- Logré llevar a buen término un reto deportivo, alcanzar un record personal o simplemente completar esa meta grande, audaz y peluda (BHAG), ahora debo hacerlo más rápido, más largo, más duro.
- Finalizar un proyecto de inversión o dar cierre a una deuda que ha tomado tiempo en cumplirse. Ahora sigue una nueva inversión, compromiso, proyecto. (Si se mira desde la perspectiva de negocio, es el debe usualmente, para aquello de subsistir como organización, pero lo digo de forma personal).
No hablo de pequeñas tareas o logros, sino de esos que han requerido dedicación, paciencia, a veces sacrificios y que luego de ser alcanzados, generan una sensación de vacio, de «¿y ahora qué?».
Quise escribir tras mucho tiempo de silencio en este blog, por que lo he vivido en varios frentes en el último año y medio, tanto en lo profesional, como en lo deportivo, dos pilares que mueven mucho de mi motivación del día a día.
El pasado mes de noviembre, al culminar una competencia de triatlón en Chile, tomé la decisión de dejar de practicar los 3 deportes de forma competitiva por un tiempo, porque ya no «sabía igual» y tras 9 años valía la pena conservar el gusto por algo que me ha motivado por mucho tiempo, pero también por que las metas usuales de un mejor tiempo, un podio o cosas afines, ya no son los movilizadores y motivantes, por que ya se piensa más con cabeza fría y menos con la euforia del momento.
A nivel académico, luego de haber alcanzado unas metas y cubierto unas expectativas en cuanto a qué querer estudiar formalmente, llegué en un espacio de duda e incertidumbre. He recibido recomendaciones del tipo «deberías hacer un estudio de MBA ahora que eres responsable de equipos de trabajo y gestionas recursos» o incluso llegado a pensar «si ya tengo una maestría, debería dar el salto al doctorado, por que es lo que sigue en la pirámide de conocimiento». Pero, la contrarespuesta interna de los alter egos plantea «que sea lo que sigue para otros, no significa que es lo que sigue para ti».
Hace un par de semanas tuve una epifanía (con cara de epitafio), en compañía de un amigo (de esos que te trae el trabajo) mientras tras varios meses de entrenamiento en la bicicleta, decidimos escalar el Alto de Letras, una subida considerada como de las más largas del mundo (por la Unión Ciclística Internacional) y tildada como el ritual de graduación como ciclista. Sin entrar en los detalles de esas largas horas calbalgando los caballitos de carbono (por que de acero sería mucho más complicado), como a 3600 metros sobre el nivel del mar, cuando ya el aire me hizo ponerme más retraido y lento de lo usual, fui encontrando algo de respuestas al «¿y ahora qué?».
La autopresión sumada a la presión social de quienes nos rodean nos llevan a tener esa constante mentalidad de ir por lo que sigue una vez se alcanza un escalón, mucho de esto bajo la etiqueta de «progreso o mejoramiento», a veces sirve, pero creo que es necesario hacer otro alto en el camino y analizar si eso que «quiere el mercado», «que quieren los de mi circulo social», es lo que me mueve o me motiva a seguir, al final, cuando se logra algo y volteas a mirar alrededor, puedes estar sólo o como he tenido la fortuna, encuentro a mi complice Alexa usualmente a mi lado.
Tal vez sean las canas que no se ven por llevar el cabello corto siempre 🙂 pero los años van dando algo de claridad en las ideas, sumado a las lecciones aprendidas que dan las vivencias. Hoy creo que simplemente es bajarle a las expectativas y disfrutar cada experiencia y ojo, no digo sólo lo bueno, sino todo, incluso lo inesperado, doloroso, «malo», por que eso es la esencia de la vida. Tomarse el tiempo de gozar los logros, analizar las pifias y derrotas (que son las que más nos enseñan), porque eso seguirá moviéndonos y darle la relevancia a cada uno de ellos como se lo merece, mientras se encuentra la inspiración para determinar si hay algo para hacer a continuación o tal vez, simplemente, virar hacia el lado e intentar cosas nuevas en otros campos inexplorados.
Encontré a la par de este post una respuesta a una situación que he vivido: En 20 años de vida laboral nunca fui promovido a un cargo superior, eso me generó desazón en los últimos 5 años, he de ser sincero, pero acabo de darme cuenta que no era necesario ese «felicitaciones, has sido promovido», sino con los movimientos que realicé, incluso laterales y también hacia atrás, me di esa oportunidad de cambiar para reaprender y desaprender, que me ha llevado a donde estoy hoy, más adelante o más atrás, no lo se, sólo se que estoy bien aquí y ahora, y eso es lo que importa.
En 3 doritos se que estaré persiguiendo algo nuevo académico, profesional o deportivo, pero creo que ya aprendí que no es el tiempo, el record, el ser el primero en lograrlo o algo así, lo que me moverá.
Jefry, qué buena sacudida mental. A veces uno se mete en la carrera de “¿y ahora qué?” sin darse cuenta que ya está corriendo sin rumbo. Gracias por ponerle palabras a esa sensación y por recordarnos que parar también es avanzar. ¡Un abrazo!