Cuando corrí por primera vez una triatlón creo que no fui consiente de que carajos estaba haciendo, sólo se que nadé, luego troté, tome mi bicicleta, en el camino acompañado por mi padre, sufrí una caída de la que pude haber quedado parapléjico y terminé la carrera mientras lloraba. Hablamos de hace casi 18 o más años, creo que tenía 10 años cuando eso ocurrió en el Club Los Arrayanes.
A esa carrera siguieron varias en los años siguientes, 5 o 6, no más, por que a los 12 o 13 años me emancipé y no quise volver a correr, realmente me sentía obligado y tampoco me iba bien, siempre me aburrió el trote… en ese entonces.
Hace menos de 2 meses en una conversación con unos amigos, salió a colación el tema, les comenté mi intención de correr una y me indicaron que había una que se corría anualmente en Bogotá, en el marco del festival de verano. Recordé que en alguna ocasión la había visto pero me dije: no soy afiliado a la liga, no soy profesional, yo sólo troto 20 kilómetros por semana y ando en bicicleta entre 20 a 25 kilómetros diarios, y ahí quedó la conversación, más no la idea.
Llegué al deporte gracias a mi padre, que de cierta forma vio en su hijo la posibilidad de por que no, un deportista profesional, pero no, estuvo muy equivocado por que fue hasta realmente el año 2013 cuando decidí volver a hacer ejercicio con juicio y en ese mismo año empecé a rodar a diario en mi bicicleta. Ya no había presión, lo hacía por gusto, así era más divertido. Así bajé mi record de los 10k a 57 minutos, de los 5k a 27 minutos e incluso, los 35 kilómetros en bicicleta en 2 horas. Pero por deporte, no competitivo.
Revise sobre la carrera, la triatlón del festival de verano, me desanimé por el alto costo de inscripción y por las largas distancias, triatlón olímpico (1,5k de natación, 40k de ciclismo y 10k de trote), pero luego vi algo, una modalidad denominada Sprint, 750 metros en piscina, 20k en bicicleta y 5k en trote, nada mal, nada mal.
La realidad es que natación nunca ha sido mi fuerte por más piscis que sea mi signo (si, una cosa no lleva a la otra), aunque me gusta mucho nadar, pude entrenar en 2 ocasiones previo a la carrera. Ciclismo pues a diario se rueda con un terreno que incluye subidas y bajadas y trote, no era problema.
Llegó el día de la carrera, 9 de agosto de 2015, corrí sin el traje especial enterizo de triatlón, pero no fue problema, la natación fue un esfuerzo gigante, esos 750 metros me significaron 22 minutos con varias paradas, al salir a hacer transición tuve un intento de calambre que pude controlar y tomé la bicicleta (mi todoterreno de apariencia simple y buenos frenos), volé en los 20k, terminando en menos de 45 minutos la distancia, lo que me sirvió para notar que tengo mucha fuerza en mis piernas y para carreras necesito una bicicleta de carreras. El trote fue al inicio duro pero terminé los 5k en 30 minutos, nada nada mal. Tiempo total, 1:49:00, una proeza teniendo en cuenta la falta de entrenamiento, mi peso (no estoy gordo, soy grandecito) y que el cansancio de mi cuerpo por 20 k de bicicleta diaria más 2 o 4 horas de pie en las clases de la noche, cobran arriendo y se llega cansado.
¿Qué quedó?
La satisfacción de que me reté, lo logré, no me enfermé, el cuerpo respondió. Pero también quedaron las ganas de seguir, de volver a competir 3 o 4 veces al año, volver a hacerlo con confianza y lograr por que no, correr la distancia olímpica en la posteridad.
Así como decía el lema de cierto portal de citas truculentas, hay que aplicar el lema: «La vida es corta, ten una aventura» y si, lo hice y lo seguiré haciendo. Este año queda por correr una duatlón y varias carreras atléticas.
Corro para ser más feliz, no por un premio, una medalla, corro y compito, por convicción y no por obligación.